27 jul 2011

Añorando la ilusión...


Y finalmente el lunes comenzó cerrando el periplo iniciado el fin de semana: Fiebre -¡siempre!- es igual a internación... Si bien, la tarde del sábado y durante todo el domingo la temperatura de mi esposo no volvió a subir -"es un paciente crónico, muy debil y complicado"- aseguró el facultativo y tras un contenido regaño (quería cagarme a palos pero supo comprender que todo fue sin querer...) en el que manifestó su total preocupación me dijo que no lo volviese a omitir, a la más mínima rareza a la guardia sin dudar.

Así pasó el lunes y por fin el martes, tras estudios para descartar cualquier posible infección, comprobar la ya muy deteriorada función hepática y aumentar la dosis de la nutrición por sonda (la teta o mamadera-mamila en criollo-), a partir de ahora pasaremos 1300 ml, equivalentes a 1300 calorías, en lugar de los 800 que veníamos manjendo hasta entonces... Y con ese aumento, vino la rebeldía (ante mí por supuesto, pues frente al médico mi muchacho es un santo), las amenazas por arrancarse la sonda, el encaprichamiento por no tomar las pastillas, el agotamiento de un enfermo que sólo pudo calmar una cabeza en extremo "serena" que con abrazos, besos y comprensión, hizo que -llegando a casa- pudiésemos completar las dosis indicadas sólo con un leve chistar. Conocimos también a los cirujanos que serán los artífices del milagro, en cuyas manos se consumarán (un día...) estos larguísimos meses -"¡Jorge, mira, ellos son los que te van a trasplantar cuando llegue el momento!- mi corazón dió un vuelco...

Hay veces que la rutina me hace "olvidar" qué estamos esperando, la cotidianidad transforma la espera en retórica... parece que llevamos viviendo así una eternidad, sólo siguiendo una inercia en la cada mes se suma otra dosis u otro medicamento, y de la mano viene la disminución en la calidad de vida; cada vez hace falta más para sostener lo mismo, mientras su cuerpo se marchita y su voluntad se desgasta... "Olvidé" que necesitamos un milagro y esta última internación me hizo recordarlo y caer en la cuenta de ello me hizo otra vez (¡otra vez!) recurrir al llanto ¡creo que en 7 meses he cubierto todos los tipos de llanto! y es que renové la esperanza, otra, una esperanza que tiene mucho miedo de ilusionarse.


Lu*

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