2 jun 2011

Yo no sé qué pasará mañana...


Desde hace varios días, he vuelto a vivir en compañía; desde hace apenas unos días, tras interminables meses de llevar una mochila en solitario, he recobrado a mi mejor amigo... ¿el trasplante ha llegado? no, aún no... sin embargo Jorge está en constante mejoría. Tras interminables meses de internaciones y cabeza perdida, el organismo de mi marido comenzó a dar muestra de recuperación: anemia, desnutrición, hemorragias intestinales y la puta encefalopatía, habían dejado un cascarón en dónde -sólo a episodios- asomaba el alma, un alma férrea que, aunque oculta, no se rendía; tras incontables urgencias y guardias sus hermosos ojos mantenían la chispa en un cuerpo que se negaba a responder.

Tras aquella internación que me lastimó profundamnete, pues sentí ser yo quien lo llevaba al infierno, mi Ave Fénix renació y calza él mismo sus zapatos, camina, charla (¡charla!), bromea, reniega y putea. Es consciente de cada paso y cuidado, de lo que ha esperado y de que -por más dramática que parezca la situación- somos extraordinariamente afortunados. Nos tenemos uno al otro, "mientras estemos juntos" dijo él hace unos días y si, mientras estemos juntos podremos poner el pecho cada día.

Este impasse nos ha permitido conocernos y vernos despojados de toda filigrana, someternos a la dura carga de la "convivencia" (de 24 hs al día, como muéganos) que nosotros -ilusos- ¡pensamos que nos mataría! Nos ha vuelto a enamorar, a enamorarse cada uno de su valentía, de la humanidad del otro por entero, son épicas nuestras declaraciones de amor (y también nuestras tiradas de los pelos)... Nunca, nunca quisimos una vida común y quizá fue por eso que caminamos tanto, y ésto que hoy vivimos no entra en la normalidad de la multitud, pues los silencios no incomodan y las manos del otro sirven para mucho más que un fútil entre tanto.

En mi corazón brilla una luz de alegría, pues he descubierto el valor de dar hasta que duela; hasta que duela la espalda, los ojos, la cabeza, los pies, la cintura y la cordura. El mundo conocido se sacudió y a pesar de todo, estamos manteniendo nuestros pies firmes e intactos, confirmando la decisión tomada hace algunos años ¿qué depara el futuro? no lo sé y no me asusta la incertidumbre de ir descubriendo hora tras hora, no sé si el mañana nos reciba juntos o el amor nos encuentre cansados... tal vez no me preocupa demasiado; no me aferro a lo difuso, me consagro a una patente realidad: nos elegimos y ahora sabemos por qué...

Lu*

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