Llevo ya demasiados días desbordada, gritando y llorando ¡enloqueciendo! Intentando que cada cosa esté en su lugar y en su momento, ni antes ni después ya que en esto se está jugando una vida. Me he convertido en una especie de araña que con sus ocho patas acapara todo, yendo y viniendo autorizando órdenes, siguiendo resultados, hablando con los médicos, programando laboratorios, estudios... cuidando la piel plaquetopénica de mi marido, su cabeza, sus piernas, los dedos de sus pies, surtiendo el medicamento y el refrigerador; intentando mantener un orden en medio del caos sin tener un minuto en que pueda salirme de "la agenda", todo está calculado y así tiene que ser, cada horario, cada minuto del día está controlado pues al más mínimo error es su salud la que lo paga.
Hoy después de un desborde a gritos he tenido que pedirle perdón, llorando, una vez más llorando pues tajantemente él me ha recordado, con una suavidad que yo no conocía: "el que pone el cuerpo soy yo...", tras eso guardó silencio y cerró los ojos, resignado a que yo fuera y viniera con el alimento, las pastillas, coordinando telefónicamente los horarios de extracción; sin embargo ya no pude seguir más, me senté frente a él en una silla, lo miré tan dócil, tan extremadamente paciente, tan lo que nunca fue... que mi cabeza se fue para otra dirección, hacia él.
Tengo que encontrar la manera de seguir sobrellevándolo todo. Mientras lo conectaba (a la teta) pensaba que hacen falta al menos 2 personas sostener la faena, una para que se ocupe de todo y otra para regalarle los momentos de paz que tanto necesita, yo ya no puedo ser ambas en el mismo envase... Estoy tan agotada que cuando él quiere salir a pasear, mi contracturada espalda sólo quiere descansar, sin embargo me pongo la careta y salgo a que él disfrute los pocos momentos que tiene al sol. ¿Cuándo llegará el trasplante? ¿cuánto tiempo más podré manejar esta situación? porque la realidad es que aunque quiera dos, sólo hay una sola: Yo.
No quiero gritarle, me siento profundamente hija de puta al gritarle... él no puede defenderse, está atado de pies y manos, esperando un órgano para volver a vivir, porque ¡dios santo! esta es una muerte en vida... ¡Él! que siempre vivió a plenitud y hasta las últimas consecuncias, sobrevive encerrado entre 4 paredes, camina hasta la puerta y nada más... ve la vida pasar y cierra los ojos para que un día más se aleje rápido y sin pestañear, añorando los domingos en los que posiblemente un buen amigo se acordará de él, y lo lleve a dar un paseo...
Lu*
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