24 de diciembre y no puedo hacer otra cosa salvo escribir...
"Del plato a la boca se cae la sopa" versa la voz popular, y así fué, tras magníficos meses de recuperación la vuelta a casa era un hecho, las cientos de cosas por hacer, empacar, conseguir pasajes, conseguir un depósito que resguardara nuestras pertenencias mientras conseguíamos un nuevo hogar y los últimos controles de rutina, esos que nos harían volver a la tranquilidad de un "pueblo bicicletero", a esa pequeña ciudad donde nos enamoramos y construimos un hogar. Y fueron esos controles los que hoy nos retrasaron, -afortunadamente- si, debo considerarlo así, esos últimos estudios revelaron un virus y con él vino la internación que parecería corta y tras ella, saltó una mayor complicación: El intestino.
El trasplante de mi esposo fue en extremo complicado, ya he detallado las condiciones en las que llegó a él, y por tanto una de las tantas "adherencias" producto de las infecciones del líquido ascítico liberado antes del trasplante, produjo una obstrucción inesperada aunque contemplada. No entraré en detalles médicos, sólo diré que nos esperan algunos días más en el hospital. Hace rato me despedí de mi muchacho en un centro médico casi vacío, sólo habitado por quienes no les queda más remedio.
Fueron días hermosos los que precedieron éste suceso, el 1° de diciembre llegó mi madre y con ella llegó una avalancha de alegría, charlas, paseos y mimos; he confirmado de quien saqué tanta fuerza, de quien heredé el valor de pararme firme frente a la vida y ofrecer el corazón. Fueron días maravillosos en los que -por primera vez- no peleamos, por el contrario, pudimos manejar nuestras diferencias con adultez y respeto mutuo, ahora ambas estamos marcadas por las lágrimas, nuestras almas se han curtido en el dolor y por ello hemos aprendido a reír a pesar de todo. Qué valiente es mi mamá, siempre quise ser como ella y creo que por fin lo estoy logrando...
Con esa conciencia me dormiré y pasaré mi noche buena, agradeciendo a la vida el haberme otorgado la serenidad para afrontar este tiempo, lo peor ya pasó, ésto sólo demorará nuestro viaje. Entrego mi vida y la vida de Jorge en las manos de Dios, no hay más nada que pueda hacer, sólo rezar porque los buenos tiempos laven el dolor pero no borren su sabiduría, que mi corazón sea lo suficientemente para resistir y mi pecho lo suficientemente firme para soportar la dicha que está por venir. Feliz Navidad universo!
Lu*
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