Muchas cosas han pasado desde que mi marido salió del hospital; muchas cosas que me hicieron replanetar el rumbo de mi vida, cosas bellas, cosas difíciles y cosas que nunca me imaginé. Uno piensa, o al menos yo lo hacía, que pasados los trances la vida seguiría tal y como la dejamos, o mejor aún. Y sin embargo no fué así, el dolor te hace tirar para cualquier parte, te hace dudar y buscar -cada uno por su cuenta- la forma de curar las heridas, heridas profundas y sin vueltas... y en ese feliz camino de la recuperación, vas reencontrando los trozos de alma que dejaste por ahí, intentando mirarte nuevamente al espejo y preguntarte ¿quién soy soy?
Sin embargo todo eso también va quedando atrás, día a día la normalidad se recupera y el corazón comienza ¡al fin! a tener una tregua... Y sonríes, y respiras, y vuelves a tener proyectos -conjuntos e individuales. No soltarse de la mano siempre fue el pacto, pero después de tanto tiempo es preciso caminar cada uno por su lado, mirando en nuestro interior para saber que "ya no te necesito", "ya no me necesitas" pero aquí estoy junto a tí. El amor puede entenderse de diferentes maneras, yo lo entiendo así, como lo viví y como lo vivo.
Hoy, pasada ya toda tormenta, y con los cuidados y reservas convenientes para el caso, estamos a punto de volver a casa, al hogar, al lugar que nos juntó, donde nos casamos, donde están nuestros amigos, nuestro trabajo y en definitiva nuestros sueños. Seis días solamente, por ahora sólo 6 días y después volver a los controles post-trasplante. Seis días para respirar, para descansar el uno del otro (tras 11 meses de mirar sólo nuestras caras, se hace infinitamente necesario), para recargar las pilas, para echar un vistazo de lo que será el futuro, seis días, en definitiva, para llenarnos del amor que a fuerza de agonía, poco a poco se vació. Alegría!
Lu*